Estos objetivos pueden variar desde metas financieras, como ahorrar para una casa o la educación de los hijos, hasta aspiraciones de vida más amplias, como mejorar la salud o dedicar más tiempo a actividades en familia.
En resumen, establecer metas personales y familiares no solo nos da dirección y propósito, sino que también mejora nuestra calidad de vida, fomentando la armonía y el crecimiento conjunto.